Cuentan que un enorme lagarto vivía en las profundidades húmedas de aquel viejo manantial y que sembraba el pánico entre la población hasta que un joven preso convenció al alcalde de que podría darle muerte a cambio de su libertad. El joven destripó dos ovejas y llenó sus vientres de pólvora que hizo estallar en el momento en que el lagarto las engulló. Hoy el lagarto es el símbolo de la ciudad y su recuerdo está presente en forma de piedra en un monumento muy próximo a La Magdalena.
La ciudad contemporánea y moderna se extiende hacia el norte, con solo bajar el animado y burgués paseo de la Estación. El Museo de Jaén, próximo al monumento de las Batallas que rememora las contiendas de Navas de Tolosa de 1212 y de Bailén de 1808, acoge la mayor colección de arte íbero de España. Desde aquí y desde buena parte de los paseos, avenidas y calles de la ciudad es visible a lo lejos el cerro de SantaCatalina y el castillo del mismo nombre.
Allí guarda Jaén su encanto, en un marco que más se asemeja a un atrezzo teatral por esa suerte de sierras pétreas y desdentadas que siluetean la torre del Homenaje y el resto de atalayas de la vieja alcazaba, situada a un lado del Parador de Turismo. Catedral y castillo, iglesias medievales y leyendas de otros tiempos, calles altas como las montañas y baños que evocan la cultura de otros tiempos... No es extraño que el visitante quede conmovido por el alma, los secretos y los encantos de una ciudad a la que siempre quiere volver.
Viajamos juntos?
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